Comunidad náutica, en esta ocasión les compartimos el decimocuarto fragmento del libro
“50 Aniversario del Club Veleros Barlovento”, “Mirando al Sur”
Esperamos que lo disfruten.
Por el año 1986 se comienza a discutir el presupuesto de una nueva bahía, para 60 amarras más, en el sector sur del predio, lindero con el club San Martín, el cual solicita se le ceda una franja de terreno.
A principios de agosto se inició el dragado, que un 60% estuvo a cargo de la empresa Pagliettini. El refulado se usará para elevar la cota del predio y del camino lateral al sur de la bahía y se reforzará con un enfajinado el albardón perimetral. Enseguida se parquita colocando panes de pasto para proteger los taludes de la erosión.
Al retirarse la draga, se realiza el taponamiento de la boca de la nueva dársena y se completa con excavadora la caleta planificada; se hará perfilado del fondo y de los laterales de la solera. Por una creciente que superó la cota de obra y causó la rotura del dique de contención, la máquina quedará atrapada en el pozo.
Se aprovecha esta oportunidad para redragar nuevamente las dársenas existentes hasta 2,5 metros al cero del Riachuelo. Todo el material sacado se destina, por un convenio con Astarsa y la Escuela Escocesa San Andrés, al predio lindero.
El 30 de abril de 1988 se inaugura el nuevo espejo de agua. No fueron pocos los inconvenientes superados. En la recién nacida Bahía Nueva se instala un muelle de madera prolongado por otro flotante; se lo provee de luz y agua. Luego se plantan cuatrocientos sauces en las costas del Luján y en la nueva bahía.
También en tiempos del Comodoro Márquez se planifica un nuevo edificio para sede y vestuarios. Se recibe amplio apoyo de la municipalidad a través del intendente Alfredo Viviant y de los funcionarios que acompañan su gestión.
Mientras se discute sobre anteproyectos, se remodela el primer piso de la sede existente, lo que permite disponer de un más adecuado espacio para aula y reuniones referidas a la actividad náutica. A la nueva sala se la denomina Miguel Gómez Verdasco, en homenaje al socio fundador que tanto hizo por el desarrollo de la Escuela Náutica y del club. Se mejoran las instalaciones de los playones y se amplía el predio del varadero.
Se inicia la primera etapa de la obra de la sede planificada, colocando los pilotes del área de vestuarios y pabellón de dormitorio de cadetes. La socia Marcela Coghlan colabora dirigiendo personalmente la reubicación de las plantas de flor y los arbustos, que fue necesario remover a causa de las obras. Esta primera etapa concluirá en 1990.
Luego se continuará con el resto del plan de obra. Cuando al club le tocó ser sede del Campeonato Mundial de Cadet, en 1991, se estrenaron, además de los vestuarios, los dormitorios nuevos, planificados por Carlos Ancarola. El día de la inauguración fue su madrina Ana Hidalgo de Marrone. El club cumplió así con otro desafío.
Al quedar desafectados del uso los vestuarios de la planta baja del edificio de la sede, se procede a reacondicionar esa área para hacer una sala de reuniones de comisión directiva y para trasladar la secretaría y la gerencia náutica, que aún funcionaban en la oficina junto a la portería, la cual se utilizaría luego como aula.
Y más allá la inundación…
El 20 de diciembre de 1986 se procede a la botadura y bautismo de las nuevas lanchas. La que tiene cabina se destina para apoyo de regatas y se bautiza Comandante Piedra Buena, fue madrina Alicia B. de López Baliño. La otra cumplirá servicios en las bahías con el nombre de Espora, su madrina fue Monserrat Puigdemont de Ferrara.
A las dos se les colocará un motor diesel de 30 HP. A su trilliza la Gauchita se le instala una bomba, que funciona acoplada al motor, para ser usada en casos de incendio o como bomba de achique. La vieja y noble Piedra Buena de chapa se vende al Club Náutico Azopardo.
Gracias al aporte de Darío Sarachaga, Félix Gioannini y otros consocios, se hará la donación de un equipo de VHF y una antena de 40 metros para contribuir con el grupo de salvamento que ADES mantiene en el puerto de Colonia, Uruguay, en agradecimiento por su labor desinteresada en auxilio de embarcaciones argentinas.
El 12 de octubre de 1989, a raíz de una fuerte sudestada, el río creció hasta una altura de 4,10 metros sobre el cero del Riachuelo. El agua cubrió íntegramente los terrenos que ocupa el club; llegó hasta el costado de las vías del ferrocarril –adonde se podía ir con el bote a motor- e inundó la sala del malacate, por lo cual se le hace un service completo, igual que a la pluma grande.
Seguirán las mareas e inundaciones importantes, registradas en las siguientes fechas: 31 de diciembre de 1992, 20 de enero de 1993, 7 de febrero de 1993 y 4 de abril de 1993. Esas sudestadas afectaron de diversas maneras las instalaciones del club, pero por suerte nunca hubo problemas con las amarras y los barcos.
Luego de esas mareas se complica el mantenimiento del agua de la pileta, pero a esto también se le encuentra solución. La costa deteriorada por la acción del río se consolida y se protege con un enfajinado realizado por el personal del club; luego se nivela con tosca, tierra y cascotes y se realiza el tablestacado del sector de bocana.
Ramón y Pedro, que estaban a cargo de las lanchas, recuerdan que en las grandes inundaciones debían desembarcar cerca de las vías, hasta donde se pudiera ir con el gomón, a los socios sorprendidos por las sudestadas. Con el tractor rescataban los coches atrapados en el estacionamiento. Luego de esas experiencias se rellena el ángulo sur del estacionamiento a fin de que los autos pudieran ocupar un sector menos expuesto a las mareas.
El capitán Pedro Fiori organiza los servicios de apoyo en la bahía y en la cancha de regatas. Ya estaban también Vicente Moyano y Alberto “Coco” Estigarribia completando el equipo vespertino de atención de lanchas. Varias veces este equipo debió ayudar a combatir siniestros en clubes vecinos. Se le hacen mejoras a toda la flota de lanchas; nuevamente se repara a fondo, pintura incluida, la Luisito.
Otro colaborador creció con el club, en la eficiente administración y atención de los asociados, es Víctor Peralta. También Gustavo Peña, el hijo de Omar, se integra y apuesta al equipo; desde el departamento náutico hace su aporte a la organización de las regatas y mucho más. Siempre igualmente atentos, desde sus puestos, colaboran en gran medida con la organización del club desde años Osvaldo Monzón, Lorenzo Escalante, Nilda Zuci, Francisco Napoli, Raúl García, Francisco Soubelet, Juan Machado.
Se decide la compra de un crucero usado de buen porte (eslora 11,24 metros, manga 3,39 metros) para apoyo de regatas. Se le da el nombre de Comodoro Moras, en homenaje al infatigable socio fundador. Se bota y bautiza el 20 de noviembre de 1993; su madrina es Haydée López de Soto. Se repara la embarcación Fiaz, un Troter Pandora que queda a disposición de los asociados.
Al llegar la Moras, queda en varadero fuera de servicio la muy navegada lancha Luisito. Años después, como Ave Fénix, se reconstruye y su fina estampa surca nuevamente orgullosa la bahía desde el 7 de marzo de 2004. En esta segunda botadura es su madrina Elisa Edith Loschingg de Suárez.
Nacidos y criados I
Los Benchetrit llegan en 1964 desde Gualeguaychú al YCSI, donde Abraham tomara los cursos de timonel con el profesor Vilariño. Su primer barco será un clase Iturbide, con el que realiza un crucero a San Juan; allí conoce a Miguel Gómez Verdasco, quien le habla del club.
Recuerda haber llegado hasta las vías y luego a pie hasta donde encuentra a varios socios con las botas puestas rellenando los pilotes del edificio destinado a secretaría. Toma conciencia de que era una locura o una epopeya; apuesta a esto último y se asocia.
Su barco Susana Martha será el tercero en llegar a la bahía cuando aún se estaba al ancla. Las fotos de familia son hoy testimonio de la claridad de las aguas y el escuerzo titánico que significó la construcción de un sueño en equipo. Recuerda que con su barco daba apoyo a los chicos de la escuela junior, donde se destacó Guillermo, su hijo, que estuvo muchas veces en el podio del equipo de Penguin.
También Martha y Alicia hoy se integran al club con sus familias. Todos recuerdan la fiesta de casamiento de Alicia en los ya hermosos jardines del club. Sus hijos y nietos suelen navegar en el Navegante, con el experto Capitán Carlos Ancarola. Juntos corren la Copa Fundadores integrando a bordo las familias “nyc” CVB.
Nacidos y criados II
Luego de la fundación del club, yo estaba en el taller de Pedro Ferrero, uno de aquellos artesanos que confeccionaba nuestras vidas. Sentado en ese banquito bajo, donde con aguja y rempujo terminaba los puños y refuerzos, me comenta: “A vos, que sos joven, te convendría asociarte a un club en formación que tiene mucho futuro. Yo no me voy a cambiar a esta altura para ir con los disidentes (en referencia al Sarandí, su club); yo estaba del otro lado en la asamblea… pero a vos te lo aconsejo”.
Me dio die algunos detalles y el teléfono: era un borneo como para seguirlo; al otro día comencé el trámite y me asocié, llevando conmigo a varios amigos. El CVB es mi lugar en el mundo del agua. Como todo puerto, es una puerta al mundo, de allí he salido a los ríos y meres para llegar a caletas y fondeaderos diversos o para simplemente navegar, necesidad esencial para mi y derecho constitucional para todos.
Como la navegación a vela es fundamental en mi vida, el Barlovento es valor importante para mí, comparable con el hogar donde nací, mi barrio o mi país. Pero al mismo tiempo tengo un valor primario: el familiar. Precisamente cuando me asocié estaban en gestación mis primeras hijas. El Barlovento tuvo la capacidad de recibir a mi familia, especialmente los fines de semana, con un ambiente natural por su vegetación y fauna.
Para quienes vivimos en esta anea metropolitana superpoblada, insensata y caótica, es fundamental el refugio natural donde se escucha el canto de los pájaros y el sonido del follaje cuando el viento lo agita, evitando ruidos de motores y con un aire más puro.
El Barlovento procuró esa condición ambiental, gracias a la maravillosa fertilidad de estas tierras que se formaron con el aporte de los sedimentos de la cuenca del Paraná. Hemos honrado la concesión que el estado provincial nos confiara, comprendiendo la voluntad de la naturaleza que ha dotado de vegetación y pájaros al lugar donde la pampa húmeda se junta con el río. Gracias a eso vinieron los cardenales, horneros y tantas aves a anidar en nuestros árboles , las nutrias y los patos en nuestras aguas, isla y costas. Por eso nuestros chicos, hijos y nietos, también son una especie que encuentra su lugar para vivir la naturaleza en San Fernando, Capital Nacional de la Náutica por designación de la Secretaria de Turismo de la Nación. La condición náutica se debe en gran parle a estos clubes que supieron cumplir el mandato provincial.
La receptividad para familias y chicos era necesaria para navegar y así creció con fuerza el Barlovento, que dio ya sus propias generaciones. En mi caso tres hijas y cinco nietos “nacidos y criados” en el club: la familia Ancarola y la familia Hann. Otros “nyc” del Club son sus amigos, compañeros, casi primos…
Carlos Ancarola