Comunidad náutica, en esta ocasión les compartimos el séptimo fragmento del libro
“50 Aniversario del Club Veleros Barlovento”, «Trabajando en familia»
Esperamos que lo disfruten.
Del grupo que actualmente atiende el servicio de lanchas, Ramón Arévalo fue el primero en llegar al río. Primero trabajó en el varadero y luego con los botes aún a remo. Llegó a fines de los 70. El servicio de botes era a remo, estaba sólo él para todas las bahías; como aún no tenían el VHF, se repetían el ¡bote, bote!, la campana o los silbidos. Los fines de semana la gente subía de botazo a botazo, sin moverse. Recuerda que ya estaba el muelle principal y que casi todos los socios entraban a vela a la bahía.
Otro que se arrima y brilla por la prolijidad de su uniforme es el querido capataz Omar Hugo Peña. Él entró como sereno en los 80 y creció con el club. Como a él le gusta decir, «estamos en familia trabajando». Reconoce a Fayó, Signorelli y Lassalle como sus maestros. Todo lo que reporta queda en el cuaderno de informes de Marinería.
Por suerte para el único botero, pronto llegan los yumpa, que cambian luego por motores más potentes, ya con marcha atrás. Al poco tiempo llega al servicio Pedro Machuca, desde Prefectura, cuando Terrizano era el Secretario. Recuerda que debieron gestionar la libreta de embarque y realizar, con bomberos, diferentes cursos de capacitación, de oficial de día, de timonel y de patrón, que él hizo con el profesor Aldo Martini.
Al mudar el varadero al noroeste, el área del parque aumenta y el jardín, a cargo de Manuel Fernández, comienza su apogeo. Don Manuel rezongaba por cada flor que cortaban. Hoy cada planta tiene su historia y su padrino. Jovencito aún, y como ayudante del jardinero Manuel Fernández, arriba Marcelo Ribero; los trajo el gerente de Bianchetti, al que todos ellos recuerdan como un tipo macanudo. Marcelo se alegra de ver tan lindas las palmeras que rodean la pileta, ya que las plantó en esa época. Más tarde plantó varios de los álamos que sirven de límite de la bahía nueva dragada en 1986.
De a poquito, los otros lancheros le fueron enseñando el oficio a Marcelo, hasta que Pedro Fiori lo estimula para que se suba a la lancha de regatas. Así, el curso de oficial de día lo tomó en la cancha; allí aprendió de barlo-sota y a poner boyas según la virada del viento. Hoy se luce en la Comodoro Moras, donde además cocina para el equipo.
Ellos recuerdan los inconvenientes que les causaba la lancha Intrépida, que se bota en mayo de 1981, para servicio en las bahías; su proa cuadrada les requería un mayor cuidado en el arrime a los barcos. Por suerte, también en mayo del 81 se bota la otra lancha, que dona el Comandante en Jefe de la Armada, almirante Armando Lambruschini. Era una lancha rápida de casco de plástico, con un buen motor fuera de borda de 80 HP; como se usará fundamentalmente en el apoyo de los pequeños de la escuela, se la denomina Optimista. Llega la Gauchita en 1982, para el servicio en las bahías, y se repara la Luisito, aún en servicio. En el año 83 se encarga la construcción de dos nuevas lanchas, dibujo de Frers, mellizas de la Gauchita, de 6 metros de eslora por 2,30 de manga, una con media cabina. Se botan en 1986. A todas se las equipa con VHF.
Hogar, dulce hogar
Parte del refulado del 71 se usó para elevar el sector que ocupaba el quincho, el cual se armó en el 69, en la zona de camping, según idea de Rubén Mon, y cuya primera obra fue dirigida por Aldo Mastronardi.
Los socios y las diferentes subcomisiones de Quincho y Buffet recuerdan, entre otros, al querido concesionario Luis Gómez, quien luego debió retirarse por razones de salud. Don Luis atendía al mediodía en el quincho y a la tarde servía el té en el primer piso de la sede, que en invierno se calentaba con la chimenea a leña.
El quincho se ampliará en repetidas ocasiones. En 1976, las reformas estarán a cargo del ingeniero Damonte. Nuevo aluvión de donaciones: Hugo Beviglia y Demetrio Caramichos, madera para puertas; Alfredo Dannemann, sillas; Raúl y Ernesto Barugel, mosaicos para el piso; Carlos Jáuregui, los tirantes para el techo.
Este quincho, pequeño y con piso de tierra en su primera versión, con el tiempo crecería y sería remozado varias veces a lo largo de su útil vida, hasta ser por muchos años el principal salón comedor y el lugar real de encuentro, como lo es también hoy.
El 25° aniversario se festejará con una gran carpa, colocada cerca de la nueva pérgola de cañas tacuara que se agregó al noroeste del quincho. ¿Qué habrán sentido esa noche los socios al apreciar desde allí las bahías, los veleros, el club, el río, el Este, el mañana?