VISIONARIOS
Con emoción se recuerda hoy a aquel consocio que, con profunda mirada visionaria, vio la posibilidad de fundar ahí el nuevo club, a la medida de sus inquietudes y las de sus amigos veleristas del Club Náutico Sarandí. Era Miguel Gómez Verdasco, ‘El Gallego’, un hombre de mente inquieta, autodidacta, ebanista de profesión, con sólidos conocimientos marineros. Solía navegar a vela, muy cerca de la costa, con su bote ballenero Rumbo, que él mismo había carrozado. Fue ‘El Gallego’ quien, al avistar un día la pequeña canaleta que abría el juncal, la recorrió, curioso, hasta dar con su origen. Así, con la simplicidad y la espontaneidad con que nacen las buenas ideas, su fértil imaginación proyectó entre el humedal un futuro club.
Merced a su poder de convicción y al interés común de todos sus consocios y amigos, logró aunar voluntades y armar un grupo de idealistas que de inmediato pusieron manos a las obras, con la certeza de que podrían transformar aquella juncosa ribera en un club de regatas a vela. “Difícil fue para los pocos que lo transitaban el imaginar que aquel juncal ubicado al pie del sendero montañoso o iba a convertirse en parque con dársena y edificios.” (Diario El Comercio, 15 de julio de 1967)
Reunidos, fueron mancomunando esfuerzos y dividiéndose las tareas. Primero debían constituir legalmente la entidad y luego averiguar cuáles eran los mecanismos conducentes para obtener de las autoridades de la provincia de Buenos Aires el permiso de ocupación de esas «tierras», que eran prácticamente agua y limo, para poder instalarse.
La idea maduró durante casi un año. Antes de la fundación, las cada vez más productivas reuniones informales se hacían en el velero Fauno, de José Gallo, quien se había ido del Sarandí al Yacht Club Buenos Aires. A veces, durante la semana, se concretaban por en el astillero de Eduardo Regge.
LA FUNDACIÓN
Gallo fue el líder ejecutivo, el responsable, junto con Miguel Gómez Verdasco, del desarrollo minucioso de la idea. Era un entusiasta del deporte náutico, muy, respetuoso de las costumbres y el espíritu marineros. Fue él quien mocionó, en una de las reuniones primigenias, que fuera un club exclusivo para veleros ya desde el nombre: Club de Veleros Barlovento, que él mismo propuso y que se aprobó por unanimidad, “por incluir dicho nombre un profundo espíritu náutico“.
Personalmente gestionó las tierras. También preparó, con la estrecha colaboración de Mario Carnota, el borrador del Estatuto Social y del Reglamento Interno que, con el consenso de todos y con pequeñas modificaciones, rigen aún los destinos de la institución. El objeto del club quedó claro desde los estatutos: «Práctica de la náutica exclusivamente bajo la forma de yachting a vela, con el empleo del motor como medio auxiliar; no se admitirán lanchas ni cruceros.”
Otro socio fundador, Juan José Ferrón, diseñó el gallardete insignia del club, en sus tres versiones. Así, la figura estilizada de un velero, navegando bajo la guía del lucero, acompaña hoy a todos los barcos de la dotación del Barlovento.
De Miguel Gómez Verdasco surgió, gracias a su profundo conocimiento de nuestra historia marinera, la iniciativa de poner al futuro club «bajo la advocación y en homenaje permanente del Comandante Don Luis Piedra Buena». Durante este período de gestación, gracias a la intervención de los socios fundadores Mario Carnota, Ernesto Simonet y Heriberto Ferrara, y por mediación de Jorge Protta, Secretario del CUBA, se obtiene el permiso para utilizar la sala de náutica de ese club. Allí se realizan entonces las reuniones del grupo y allí, finalmente, se firma el acta de fundación.
A los veintisiete días del mes de julio de mil novecientos cincuenta y ocho reunidos en la sede central del CUBA, sita en la calle Viamonte N° 1.560 de la Capital Federal, treinta y siete nautas amigos y cuatro de sus señoras esposas redactan y firman el acta de fundación y constitución del Club de Veleros Barlovento.
Presentación en sociedad
«En la franja costera sobre el río de la Plata, que el Club de Veleros Barlovento utilizará para su sede en Punta Chica, Partido de San Fernando, se prevén varias obras de importancia que son de absoluta necesidad para el desarrollo de las actividades específicas de la institución y que habrán de representar un efectivo aporte a las instalaciones destinadas al yachting en la República Argentina.»
Con estas palabras, que advierten sobre el profundo y continuo cambio costero, comienza el informe del entonces Secretario de la institución, Manuel Ruiz, sobre el plan de obras. Lo anunció en la reunión que la flamante Comisión Directiva del Club de Veleros Barlovento organizó el 27 de noviembre de 1958, en los salones del CNO, a fin de dar a conocer sus principios básicos ante autoridades de los clubes náuticos y representantes de la prensa especializada.
Así el club fue presentado ante sus pares. Estuvieron presentes Marcial Fernández del Ministerio de Obras Publicas, Victoria Comercio del Ateneo Comandante Piedra Buena, Horacio Ezcurra As de la Junior Offshore Group Association (JOGA) Héctor Calegaris del Club Náutico Olivos y, por nota, el Presidente de la Liga Naval, Contralmirante Arturo Rial, y el Capitán de Fragata Atilio Porretti. También asistieron los periodistas Arturo Rosetti del diario La Nación, Jaime Donalson de los diarios Buenos Aires Herald y The Standard, Julio Martínez Vázquez de las revistas El Grafico y Pesca y Náutica, Julio Cáceres de Yachting Argentino y Antonio Luis Figueiras Barbosa de Yachting Brasilero. Se dejó constancia en actas de la enorme satisfacción que produjo el amplio y desinteresado deseo de éxito para el CVB entre las demás asociaciones náutica.