Comunidad náutica, en esta ocasión les compartimos el quinto fragmento del libro
“50 Aniversario del Club Veleros Barlovento”, «Hay equipo»
Esperamos que lo disfruten.
HAY EQUIPO
Terminada la sede, aún sin el techo de madera, se habilita una vivienda para la familia del casero. Así llega, en octubre de 1965, la familia de Bernardo Sredelsecker; todos cumplirán funciones en el club. La señora y la hija atenderán la sede y Bernardo y sus dos hijos, Ernesto y Carlitos, harán el servicio de bote con dos canoas de fondo plano con un buen botazo; durante las inundaciones llevaban a los socios hasta las vías.
Eran los marineros, los boteros, los jardineros. Ayudarían a plantar los retoños de álamos, casuarinas y eucaliptos que irán trayendo los entusiastas socios. Carlitos falleció muy joven; el club lo recordará con una lancha, Marinero Carlitos, que por varios años brindó servicio en la bahía. Después de ellos el club tendrá la suerte de contar, a través de los años, con muchísimos colaboradores, casi todos con la camiseta del CVB puesta, sobre la del Atlético Tigre o la de Boca, claro.
Para esa época encaran el armado de un varadero, el cual por muchos años funcionaría en el sector central al oeste del predio. Será otra obra que se encara con brío. Ocupó lo que hoy es el playón de Optimist, hasta el cerco perimetral, frente al canal de ingreso: el que terminaba en una rampa, mejorada y protegida con durmientes, los que se consiguieron en desuso en las barracas del ferrocarril.
Se consigue un malacate, su motor, un guinche para arrastrar las anguileras con un cabo de acero engrasado (y si llovía, embarrado) y/o un calabrote, para la terminada a mano, todo en desguase de Marina. Con un sencillo aviso en Yachting Argentino de octubre de 1966, comunican: «El Club de Veleros Barlovento ha inaugurado su varadero de yates». Podrán así sacarse los primeros barcos que enseguida vienen de otros clubes.
Concluido el primer varadero, llegará su encargado Juan Viviani, al que reemplaza años después Julio López, conocido por su mano suave en la sacada de los barcos. Por muchos años será el responsable del manejo eficiente de las dos anguileras, una alta y una baja, según peso y quilla.
El socio Horacio Cabrera recuerda: «El primer varadero estaba por donde se armó después la rampa. Los primeros barcos se sacaban a tierra a pulmón, entre varios; primero sacamos el Racha, un dingy de tingladilla, de Leonardo Koppeloff, y luego mi Lightning, el Patán. Todos ayudaban, los poníamos dados vuelta sobre estacas y tacos.»
Muchos años después, al retirarse Julio, llega como encargado de varadero Casimiro Franco, el padrastro de Miguel López y el responsable de que Miguel, luego contramaestre a cargo del varadero, se incorpore allá por el 78, cuando aún funcionaban el malacate y las anguileras. El viejo varadero dejó de funcionar por el 79, cuando se concluyó el nuevo con la pluma grande.
Miguel recuerda el duro trabajo de cazar las anguileras con el malacate, a mano, sin motor, cuando al salirse de la rampa profundizaban un surco en la tierra, y que tenían que esperar la marea para tirar o sacar los barcos; si la marea era nocturna, los sacaban de noche. Una vez botados, los barcos se llevaban al muelle a remo. En cada botadura se invitaba a todo el personal.
Justo frente a la rampa había una tosca difícil de remover; fue necesario profundizar el espejo de agua, y se la terminó de remover años después. Una historia que tiene que ver con inundaciones y el varadero, nos la refieren Heriberto Ferrara y L. E. Simonet. Estando el Cachirulo en varadero, se produce una sudestada, que pintaba para varios días. Deciden calzarse las botas en las vías y, casi con medio cuerpo en el agua, llegan hasta el varadero, donde disponen todo para fondear el Cachirulo; así, éste queda encima de las estacas, al ancla, por las dudas.
ESTRENOS
El 12 de agosto de 1966 inauguran el mástil Comandante Piedra Buena en homenaje a su memoria, acto al que asistió el Intendente de San Fernando, Capitán de Navío E. Andrew, quien izó la bandera. Contó con la presencia de la banda y representantes de la Prefectura Nacional Marítima y del Rvdo. Padre Raúl Entraigas, biógrafo de Piedra Buena, quien le dio su bendición. Los materiales necesarios para el mástil, de 21 metros de altura, fueron donados por José Gallo, y la campana de bronce por José Moras.
Una vez que el hermoso techo de tejas rojas y el interior del edificio madre -que albergaba sede, aula, vestuarios y la vivienda del casero- están terminados, se lo inaugura completo el 25 de Mayo, allá por el 67. Manuel Ruiz dona madera para los sillones, hechos en el club por el carpintero Constantino, cuya mano de obra la dona un amigo de A. Capitán, Nino. Estos sillones aún hoy están en la Escuela de Náutica y en el salón Gómez Verdasco. Circularán los primeros boletines, hoy NotiBarlo. Los libros contables y balances estaban a cargo de Mario Carnota y Heriberto Ferrara.
Continúan con una nueva estructura junto a la puerta de ingreso, para albergar la secretaría y oficina de náutica y control de ingreso, actual aula. Era un salón de 5 por 5 metros con galería y ventanales a los cuatro vientos; más tarde se le agregará la actual portería. Ya más cancheros, y con botas de fajina, nuevamente entre todos colocarán los pilotes. Llegarán más donaciones de materiales y voluntad. Nuevamente es José Gallo, a través de la firma Cruces Hnos., el que dona todo el material para la secretaría, este edificio será inaugurado en agosto de 1967. Colocan una pizarra para información de socios y visitantes, que aún hoy se usa para comunicar las nuevas.
Siempre habrá en el club un socio de Comisión atento a cualquier inquietud. El club desde sus comienzos fue una prolongación de los respectivos hogares. Todos aportaban, y recuerdan cuando López, del Betelgeuse, al terminar cada asamblea pedía que se aprobara una cuota extraordinaria; así se podían encarar más obras de importancia para el club.
Se sigue con plantaciones de acuerdo con el plan prefijado. En el auto de Signorelli llegarán cien retoños de eucaliptos: hoy, si desde el área del guincho se quiere mirar la luna, debe hacerse a través de sus altas ramas. Ya estaban en pleno crecimiento cuatrocientas casuarinas dos mil sauces americanos, mil mimbres y setenta fresnos, lo cual fue un apreciable beneficio para el futuro, reflejado en la fijación de las costas y la estética del lugar. “Además, en la ribera del río de la Plata, se ha limpiado de juncos una fracción de costa…” (Memoria y Balance 1966/67)
EL CAMINO AL MUELLE
Un hito en la historia del club y su relación con la comuna de San Fernando es la iniciativa del club, gestionada por J Gallo, de solicitar que se denomine Vito Dumas el tramo de la calle que desde la avenida del Libertador llega hasta su puerta. En un todo de acuerdo, el entonces Intendente de San Fernando, Capitán de Navío Edgardo Andrew, dicta el decreto en agosto de 1968. Iniciativa apoyada por el Consejo Consultivo del Deporte de la Prefectura y por la Comisión de Homenaje a Vito Dumas.
El 23 de junio de 1968 se descubrió un monolito con una placa recordatoria en la esquina de Libertador y la ahora calle Vito Dumas. Estuvieron presentes el nombrado Intendente, la madre de Vito Dumas, el Capitán de Navío Jonás Sosa, Presidente de la Comisión de Homenaje, la banda de la Escuela de Mecánica de la Marina de Guerra y, en la bahía del club, barranca abajo, la gloriosa embarcación Legh II, el doble proa dibujo de Manuel Campos, propiedad de la Armada, que lo prestó para que fuera exhibido en la ocasión. El monolito y la placa fueron donados por José Gallo. El club ya tenía diez años, trabajando por y para la náutica.
Analizan también la posibilidad de un muelle flotante, pero después se deciden por el actual muelle de estructura metálica y plataformas de hormigón armado, de 3 por 18 metros, con tres niveles funcionales, luz de balizamiento, luz y agua corriente, una escala hidrográfica indicadora de altura de mareas y un surtidor de combustibles Cities Service, el que luego será retirado por filtraciones. La obra la planifica, dirige y ejecuta el Ing. Carlos Damonte, quien a lo largo de los años sería el responsable de la planificación y realización de importantes obras para la funcionalidad del club.
El nuevo muelle se inaugura en mayo de 1969, nuevamente con la presencia del Intendente de San Fernando, Capitán de Navío (R. E.) Edgardo Andrew, el Prefecto Mayor, el Prefecto Inspector General el Subprefecto Nacional Marítimo y la bendición a cargo del Rvdo. Padre Menini. Palabras del Presidente del club, Don José Gallo, en esa ocasión: «Esta obra que a la vista está, con sus cimientos, con sus bases y sus estructura que son fuertes y permanentes, responde a la aplicación sabia de elementos que, mancomunados, resistirán la acción de muchos años por venir…». (Memoria y Balance 68/69)
Se terraplena con tosca y pedregullo el camino hasta el muelle y la calle pública; se mejora el cruce de la vía, aún abandonada. A lo largo del tiempo, al muelle se le harán mejoras, mantenimiento y reparos, pero aún está ahí brindando un excelente servicio, con techito por si llueve.
PLUMA, PLAYÓN Y PAÑOL
Bajo la dirección del Ing. Carlos Damonte —con donaciones que realizan algunos socios, de material de rezago de la flota mercante— se coloca en el área costera del playón escuela la primera pluma eléctrica, que aún hoy está allí, para sacar y poner palos y motores o echar al agua embarcaciones de hasta 1.500 kilos. Luego se coloca pavimento articulado en toda la zona del playón, para facilitar el movimiento de las embarcaciones.
Se arma también el primer tinglado para embarcaciones menores, el que se habilita en 1969, y comienza la construcción del edificio de pañoles para socios, oficina del contramaestre, sala de comisión de Regatas y sanitarios. Debajo, un sector con camas para la guarda de embarcaciones menores, al que llamaban «pingüinero», y una bomba de agua para playón. En dicha área se refuerza la rampa con madera de lapacho, que trae Signorelli; el corte de la madera lo hace, gratis, Eduardo Regge.
Para apoyo de regata y servicio a los socios, por no dar abasto el servicio de botes a remo que seguirá aún un largo tiempo, llega en noviembre de 1969 la Luisito. Se la bautiza así en honor a la embarcación que Piedra Buena construyera con los restos de la Espora. En esa ocasión, su madrina fue Margarita M. de Vázquez.
Ahí llega otro personaje importante del Equipo Barlovento, sin dudas heredero del cariño de casi todos: el Contramaestre César. Estaba a cargo de todo el club. Era un isleño que sabia de marinería, jardinería y náutica. Trataba de conseguir todo para que los barcos estuvieran listos para salir y para el armado de regatas. Hoy en el H19 de la escuela de mayores vibra su memoria.